Un amor secular por la música
Desde hace varios siglos, Marsella mantiene una estrecha relación con la música. Esta pasión histórica se manifiesta en primer lugar en un marco prestigioso: la Ópera de Marsella, inaugurada en 1787, es una de las óperas más antiguas de Francia. En este importante centro de creación se han sucedido directores de orquesta y cantantes de renombre. Su arquitectura de estilo Belle Époque y su extraordinaria acústica siguen atrayendo a artistas de renombre de todo el mundo, y sus muros aún vibran con el sonido de grandes clásicos y audaces obras contemporáneas.
La historia musical de la ciudad marsellesa también se refleja en la opereta meridional, uno de los géneros populares por excelencia. Entre los años 1930 y 1950, las canciones de Vincent Scotto, Henri Alibert o Rellys hicieron bailar y cantar a todo Marsella. Sus obras, tiernas, traviesas y arraigadas en la vida cotidiana, reflejan una fuerte identidad local.
Este gusto por la palabra musical se extiende también al teatro y al cine. Marcel Pagnol, aunque no era músico, hizo de la musicalidad un elemento esencial en sus obras. Colaboró con compositores, cuidó la oralidad de sus diálogos y capturó los sonidos de la Provenza como quien recoge un recuerdo vivo. Nuestro acento, musical por ejemplo, se vuelve aún más sonoro bajo la pluma del académico.
Incluso hoy en día, este legado se puede escuchar en las voces contemporáneas de Marsella, que cultivan un canto teñido de acento, lleno de verdad, rico en emociones y fiel al alma cantarina de la ciudad.












