Del derecho a la literatura, un camino claro
Como muchos jóvenes de su entorno, Edmond Rostand empezó por seguir unos estudios serios y respetables, destinados a asegurarle una carrera estable. Tras aprobar con éxito el bachillerato en el Liceo Thiers, se marcha de Marsella a París, donde se matricula en la Facultad de Derecho. Pero le atraían más los salones literarios que las aulas, y frecuentaba asiduamente los círculos de escritores y poetas.
Apasionado por la poesía desde su adolescencia, publicó Les Musardises a los veinte años y recibió críticas alentadoras por su primera colección. Este reconocimiento reforzó su convicción de que su verdadera vocación estaba en la literatura y no en los tribunales. Poco a poco, abandonó la perspectiva de una carrera jurídica para dedicarse plenamente a la escritura, frecuentando a las grandes figuras de la escena artística parisina y perfeccionando su estilo. Su pluma viva y lírica encuentra pronto su expresión más deslumbrante en el teatro, donde se impone como dramaturgo por derecho propio, gracias a su sentido del lenguaje, su bravura y su emoción.
Un triunfo literario: Cyrano de Bergerac
Estrenada en París en 1897, Cyrano de Bergerac catapultó a Edmond Rostand a la fama. Esta obra en verso, llena de ingenio, emoción y garbo, cuenta la historia de un brillante y malogrado soldado poeta cuya prominente nariz no debe eclipsar su valor, sentido del honor y sensibilidad ante la injusticia. Traducido en todo el mundo, este obra dramática heroico-romántica se ha convertido en un clásico universal, que celebra el amor, la libertad y la belleza de las palabras con una intensidad sin igual.