Al norte de Marsella, refugiado al pie del macizo de la Nerthe que lo protege del mistral, el pequeño puerto de l’Estaque (amarra, en provenzal), sigue siendo uno de los barrios más pintorescos de la ciudad. Su desarrollo a lo largo de los siglos está íntimamente relacionado con la fabricación de tejas artesanas. A principios del siglo XX la gente iba con mucho gusto para comer erizos de mar, panisses (especialidad a base de harina de garbanzos) y sardinas en los hoteles y restaurantes situados a orillas del mar. Bastides, casas a orillas del mar (Château Fallet, Villa la Palestine…), verdaderas "Locuras" arquitectónicas, florecen junto a las pequeñas casas tradicionales de los obreros que trabajan en las fábricas vecinas (de tejas y cemento).
Pero, para los aficionados a la pintura, l’Estaque es ante todo uno de los lugares donde nace la pintura moderna. De Collioure a Menton, para limitarnos a la costa mediterránea, no faltan lugares que hayan atraído a los grandes pintores. Pero, ¿cuántos pueden enorgullecerse de haber sido visitados durante más de sesenta años (860-1920) por más de una docena de artistas de renombre? Impresionismo, fauvismo, cubismo: el nombre de l’Estaque está asociado con estas tres épocas en las que se decidió lo que sería la pintura de nuestra época. Si Cézanne y Braque son las dos figuras principales, no debemos olvidar nombres como Derain, Dufy, Marquet, Friesz, Macke, Renoir, Guigou, Monticelli. La mayoría de ellos han pintado docenas de cuadros en l’Estaque. Extraño destino, pues, el de esta aldea, que podría explicarse, para empezar, debido a su situación: se trata, en efecto, de un mirador impresionante desde donde la vista sobre el golfo de Marsella a menudo es sobrecogedora.
También podemos evocar como fuente de inspiración de estos pintores la multiplicidad de motivos, la diversidad de formas y colores, todo ello concentrado en un espacio relativamente limitado: las horizontales del mar, las verticales de las chimeneas de las fábricas, las curvas de las colinas y los arcos de los viaductos, juego de ocres y rojos que responden a la intensidad de los múltiples verdes y azules.
Un circuito pedestre in situ cuenta la historia de este barrio popular con su alma fuerte y abigarrada, en realidad muy parecido al barrio que los pintores conocieron y amaron. Muchos temas aún siguen ahí presentes basta con saber mirar para verlos. Cuando llegues al puerto, coge el camino de los pintores y déjate conquistar a lo largo de un paseo de unas dos horas por estos lugares tan entrañables para estos pintores.
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